viernes, 8 de agosto de 2008

La muerte del hijo del guerrillero / 3 (dedicado a Ismael Gómez San Honorio).


JUAN G. BEDOYA / Alerta / 8 de agosto de 2008.
«Te contaré que una semana antes de su fallecimiento, Ismael se sintió de repente con fuerzas, dicen que es la mejoría que anuncia la muerte. Hacía tiempo, le había buscado una silla de ruedas y se lo pasaba en grande, disfrutando de los autobuses urbanos con rampa, acompañado de sus hijos. Pues el domingo de esa ‘semana de mejoría’, el 13 de julio, decidió ir a enseñarles su pueblo, Abanillas, y, como no, Las Carrás, donde nació Bedoya. Me llamó emocionado: «¡Estoy en las Carrás! ¡Y han hecho una canción a Juanín y a mi padre!».

Habían pasado por San Vicente, a comprar algo. Era fiesta. De repente, les pareció escuchar a lo lejos el estribillo de una canción que nombraba a Juanín y Bedoya. Se acercaron, sorprendidos. Cuando terminó la canción, Ismael se aproximó al templete y les habló a los músicos. Acabó llorando hasta el apuntador. Lloraron los músicos, lloró Ismael. La balada a Juanín y Bedoya la canta Aura Kuby. Puedes encontrarla y escucharla en internet. A Ismael le pareció una tonada alegre, a mí se me ha quedado como una canción triste. La oí por primera vez en la cocina de su casa, instantes después de que retirasen su cuerpo camino al tanatorio. De todos modos, me gusta escucharla. Por el estribillo y por lo feliz que le hizo».

Me cuenta todo esto Antonio Brevers a vuelta de un correo en el que le pido detalles sobre el entierro del hijo del guerrillero. A la misa de Abanillas por Ismael acudieron algunos vecinos que conocieron a Leles, su madre. Apenas le quedaban familiares en España. Asistió también Miguel Ángel González Vega, el alcalde de Val de San Vicente, socialista y gran amigo de la madre del hijo el guerrillero. Leles está enterrada en Buenos Aires y Paco Bedoya en Ciriego, en el mismo nicho que su cuñado José San Miguel (nave oeste, 10 norte, fila 3ª, nª 28). Fidel Bedoya trasladó allí los restos de su hermano, a finales de los años 70, cuando le fue permitido llevárselos de Santoña, donde había sido enterrado por sus asesinos sin ataúd, como un perro, junto al muro exterior del cementerio.

jueves, 7 de agosto de 2008

La muerte del hijo del guerrillero / 2 (dedicado a Ismael Gómez San Honorio).


JUAN G. BEDOYA / Alerta / 7 de agosto de 2008.
La fundación Bruno Alonso debería seguir adelante con su idea del ‘museo del maqui’, en Señas, la cuna de Juanín Gómez, o donde sea. No hablo de la memoria que el Gobierno Zapatero llama ‘histórica’ (como si hubiera otro tipo de memoria que no sea la histórica), sino de justicia. Por qué se echaron al monte, qué habían hecho aquellos muchachos para ser apalizados cada tarde tras volver de sus trabajaos forzados, quiénes eran, cómo resistieron, cómo murieron y cuántos inocentes sufrieron los efectos colaterales). Pero estaba contándoles la muerte, hace unos pocos días, de Maelín, Ismael Gómez San Honorio, el hijo del mítico guerrillero Francisco Bedoya. Mercedes San Honorio lo parió en Abanillas en 1947 y se fue a Argentina dos años más tarde, huyendo de la quema, como suele decirse, dejando al chiquillo al cuidado de la madre de Bedoya, Julia Pérez.

Entre los bonitos juguetes de madera que Paco Bedoya tallaba para su hijo en las brutales cárceles que habitó antes de echarse al monte hubo un estuche que hizo llegar a la novia Leles a Buenos Aires. A finales de 1952 Ismael también viajó, con apenas cinco años, a América a reencontrarse con la madre. Así fue como perdió su historia familiar. Sin apenas información sobre el padre, ni facilidades para conseguirla, cincuenta años después de la muerte de Bedoya, Maelín vuelve a España. En 1999 lo hará por última, con el estuche de madera, cartas y algunas fotos del padre, siempre buscando respuestas y detalles. Ese año conoce a Antonio Brevers, que ya estaba investigando para su libro ‘Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros’, y se hicieron grandes amigos.

El hijo del guerrillero murió el 24 de julio pasado, rodeado de sus hijos Magali y Fernando, (tuvo cinco, pero tres siguen en Argentina). Sus cenizas fueron esparcidas en el mar, en un rincón de la costa de Cóbreces. El lugar se llama Volao. «Ismael y yo habíamos estado allí en varias ocasiones, siguiendo los pasos de Juanín y Bedoya. Le encantaba el sitio. Allí, acompañado de mi mujer y de sus hijos y de los míos, lancé las cenizas de Ismael al Cantábrico, como él quería. La tarde era preciosa», dice Brevers, emocionado.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La muerte del hijo del guerillero / 1 (dedicado a Ismael Gómez San Honorio).


JUAN G. BEDOYA / Alerta / 6 de agosto de 2008.
Soy un lebaniego crecido entre montañas donde los chiquillos teníamos más miedo a la Guardia Civil que a los bandidos del monte. Recuerdo la tarde, al anochecer, en que mataron a Juanín, a unos tres kilómetros de mi pueblo. Juanín era casi vecino y tenía la edad de mi padre, año arriba o abajo. Su casa sigue en pie, ruinosa, en Señas. Hace un par de años estaba en venta, cuando subimos hasta allá Ramón Viadero, Jesús Gutiérrez Morlote, José Manuel Cano y otros patronos de la Fundación Bruno Alonso con la idea de abrir allí una especie de ‘Museo del Maqui de Cantabria’. Bien se lo ganaron aquellos guerrilleros, si hago caso a mis recuerdos de infancia. Cuando yo era niño, ‘los del monte’ eran personajes misteriosos y rebeldes, sobre los que, según en qué cocinas, se nos contaban historias heroicas o terribles. Los jefes de la guardia entonces bastante incivil iban por los pueblos a caballo, la imagen del abuso, y obligaban a los vecinos a entrar con horcas en los pajares. «Pincha ahí, y ahora allí...», ordenaban, inmisericordes. Los vecinos estaban, en el mejor caso, atrapados entre dos fuegos.

En el pueblo me siguen llamando Juanín. Me apellido, de segundo, Bedoya. Y encima dicen que soy ‘rojo’. Imaginen. No me pierdo un buen libro sobre la guerrilla antifascista de los años 40 a 60 del siglo pasado. El de Antonio Brevers (‘Juanín y Bedoya. Los últimos guerrilleros’. Cloux Editores. 2007) es el último y más completo.

Brevers me envió hace unos días, por móvil, este mensaje: «Acaba de fallecer Maelín». Maelín era Ismael Gómez San Honorio, el hijo del guerrillero Francisco Bedoya. Su madre, Mercedes San Honorio, lo tuvo en Abanillas el 19 de octubre de 1947, pero hubo de dejarlo en Las Carrás a cargo de la abuela paterna, Julia, para escapar en 1949 de la asfi xia policial camino de Argentina. Maelín acudía con la abuela a visitar a su padre a la prisión provincial de Santander o a la cárcel de Fuencarral, en Madrid. Y Bedoya le tallaba maravillosos juguetes de madera. Poco más tarde se echó al monte, a por la libertad. Mañana les cuento.